09/02/2020
Especias solidarias.
Domingo V T.O. Si quieres ver las lecturas toca aquí
Is 58, 7-10
Sal 111, 4-8a. 9
1 Cor 2, 1-5
Mt 5, 13-16
No podremos decir que el profeta se haya mostrado
hoy misterioso. No deja resquicio alguno para la duda. Está proclamando un
oráculo que habla del ayuno como modo de que las súplicas del hombre sean oídas
en lo alto. Pero el ayuno habitual no le es grato al Señor; por eso propone él
otro ayuno diferente: romper yugos y liberar a los quebrantados. Es aquí donde
comienza nuestra lectura de hoy: partir tu pan con el hambriento, hospedar al
pobre, cubrir al desnudo y no desentenderte de los tuyos… Entonces clamarás al
Señor y te responderá. La oración sólo llega a Dios cuando tu amor ha llegado
al prójimo. Serás luz para el mundo cuando rechaces la opresión y sacies al alma
afligida. Aunque la liturgia omite el comienzo del pasaje, la respuesta de Dios
a la pregunta del ser humano se abre y se cierra con una invocación a la
justicia, con una llamada al ejercicio liberador como requisito ineludible para
que Dios mismo transforme nuestra oscuridad en mediodía.
Ese mediodía es el que proporciona la sabiduría
definitiva, considerada necedad por el mundo. La sabiduría secular no llega a
captar la riqueza de la oferta divina porque se auto limita a lo ya conocido y
no es capaz de discernir en la oscuridad. Es preciso buscar fuentes de
iluminación alternativas y las que Dios propone son completamente paradójicas;
en modo alguno cabría esperar que un crucificado salvase al mundo. Dios ni ve
ni valora con los mismos criterios que los hombres y, sin embargo, se pone en
sus manos y se deja juzgar por ellos hasta desaparecer, hasta verse aniquilado
según sus proyectos y conveniencias.
Del mismo
modo desaparece la sal que está llamada a dar sabor, pero no a perdurar ni
imponerse por encima de los alimentos: está llamada a realizar su función dando
de sí hasta confundirse con lo demás. Sólo un mundo bien sazonado podrá
percibir la luz que Dios le ofrece y esa sazón es nuestra labor. Somos la luz
que nuestras buenas obras transmiten; la que nuestro esfuerzo liberador
conquista. La luz se percibe en la oscuridad. Brillar entre los hombres es
hacerse presente en su realidad y empeñarse en expandir las nuevas
posibilidades de percepción; es devolver la dignidad y la capacidad de auto
construcción, como persona y como pueblo. También la luz se agota al iluminar.
Da de sí hasta que su existencia se hace irrelevante. También Jesús es claro
hoy. De nuestro obrar depende que el mundo pueda contemplarse a sí mismo con
ojos nuevos, con los ojos de Dios, y descubrir en su seno la verdad que se
esconde allí donde antes sólo veía necedad.
Desaparecer, sin embargo, no es aniquilarse. Es
hacerse uno con aquél al que sazonas o alumbras. De hecho, esta re-unión es el
detonante que enciende la mecha o funde la sal. No hay verdadera común-unión
donde tan sólo hay asistencialismo. Eso ni alumbra ni sala. Hacerse uno con el
otro es vivir plenamente el vínculo que nos suelda unos a otros y nos
solidifica, nos hace solidarios. La sal y la luz son solidarias. Junto a
aquello que afectan se transforman en algo nuevo, mejor y distinto de lo que ya
había. Igual que Jesús, crucificado por hacerse uno con los rechazados, tal
como nos recuerda Pablo, terminó permaneciendo en todos ellos en una unidad
definitiva y consciente para todos.
Especias solidarias |
Para ti
EXCELENTE LA RELEXIÓN DEL EVANGELIO.
ResponderEliminarMILES DE BENDICIONESS DE JESÚS Y MARÍA,
Gracias, Leonor. Un abrazo.
EliminarExtraordinario texto, donde no sobra una palabra: profundo, esclarecedor. Gracias, Antonio.
ResponderEliminarGracias, Joaquín. Un abrazo.
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