01/07/2018
Tras la desesperación…
Domingo XIII T.O.
Sb 1, 13-15; 2,23-24
Sal 29, 2. 4-6. 11-12a. 13
2 Cor 8, 7. 9. 13-15
Mc 5, 21-43
“¿Quién eres tú que has hecho surgir de mi esta
fuerza que ha logado tu sanación?” Entre la multitud que lo apretujaba Jesús
sintió que alguien diferente esperaba algo de él. Mucha gente lo esperaba, pero
esta mujer tenía algo que la hacía especial. “Fe”, dijo Jesús, por eso quedó
sana y Jesús la despidió certificando su salvación. Esa fe no tenía un origen
almidonado; la pobre mujer había gastado ya sus bienes en muchos médicos sin
provecho alguno y junto a su pobreza crecía su vergüenza. Tal vez su fe tuviese
que ver más con la desesperación de agarrarse a una última salida, sin dejarse
vencer por su consideración de impura. “Tan sólo el borde de su manto… si es
verdad lo que dicen de él, eso bastará”. Una desesperación semejante movió a
Jairo para buscar a Jesús y exponerle el caso de su hija enferma. No pedía por
él, lo hacía por su hija. Jesús reconoció en sus ojos el amor del Padre por sus
criaturas y pudo palpar ese mismo amor vivo en su más íntima realidad como
impulso que lo lanzaba hacia los demás, ¿Cómo
podía dejar morir a la hija de nadie? “Ten fe, no está muerta”; sobreponte a la
desesperación, como esta buena mujer ha hecho; no pierdas la esperanza. La
esperanza empujó y alentó la fe de ambos.
La esperanza es lo único que queda tras la
desesperación. Esa esperanza mueve también a miles de seres humanos a cruzar el
mar para buscar salud para sus hijos, salud, un futuro en paz, una tierra
acogedora, una nueva fraternidad dispuesta a abrazarles. El mal es la expresión
cotidiana de la muerte, es la negación de Dios en la tierra. Nada hay en el
dolor ni en el sufrimiento que sea querido por Dios. Es verdad que incluso en
el peor infierno existe gente que puede encontrar el rastro de Dios. Nunca el
mundo está del todo abandonado. Pero eso no quiere decir que Dios deje de pedirnos
ser sensibles al sufrimiento de los otros. Dios pide a muchos que sobresalgan
especialmente en la generosidad. A un primer mundo saturado de bienes que va
perdiendo la oportunidad de reconocer la vida como don, a una Europa que va
perdiendo su memoria y no se reconoce ya en los que huyen de la tragedia. Dios nos
pide ser equitativos. Todo lo creado es bueno y está destinado a todos. Dios
creó al hombre a imagen de su propio ser, movido por su misma esencia vital, el
amor. Darle la espalda a ese amor que se va desarrollando en el darse es
sembrar el mundo de muerte; renunciar a la inmortalidad a la que el hombre
(sustantivo colectivo) está destinado.
Nuestro destino, nuestra salvación, es la
colectividad, la fraternidad donde todos cuidan de todos y donde quien más
recoge no tiene más que quien recoge menos, pues a todos se les aplica la
medida de Dios, el amor que hace a todos iguales, la justicia que da a cada uno
según su necesidad y toma de cada uno según su posibilidad. “Ten fe”, sigue
diciendo Dios a tantos hombres y mujeres desesperados. “Ten fe”, nos dice
también a nosotros, “reconoce en todos esos desesperados hermanos y hermanas
que necesitan de ti”. Con esta fe de fondo, podremos encontrar esas soluciones
que nadie dice que sean fáciles, pero que en la increencia se nos escapan. Y
ellos podrán cantar el mismo canto que ya cantamos aquí hace tiempo y tal vez
volvamos a cantar mañana: “Te ensalzaré Señor porque me has librado… Cambiaste
mi luto en danzas”.
Tras la desesperación... |
" Y sigo y sigo,
ResponderEliminarBondad que acorta mi distancia,
y extendidas las manos,
tus ojos inundan mi Alma.
Los segmentos se alisan,
fusión de materias,
que antaño no encajaban...
Y tú en mí,
dando Forma...
Curvas, recovecos, detalles que hablan,
tallando,
como en una rama.
Y es así como me amas,
entregada y despojada.
Y yo,
en tus manos,
como en una canción,
como Aliso que crece...
En tu tierra y en tu agua"
Todo tiene su momento y su espacio. Existe un tiempo para cada cosa. El amor no cesa aunque no haya entrega o desposesión, pero es más sencillo que todo se alise y encaje cuando entre sus manos estás dispuesta a ser canción.
EliminarMientras tanto, el Amor llama y persevera, es también una lección, un mostrarse a sí mismo.
Gracias.
CONFIAR
ResponderEliminarDebe haber alguna razón profunda para que el orden de las virtudes teologales sea Fe, Esperanza y Caridad, pero la desconozco.
El Principio fue la Palabra, fue el Amor. Así pues, el principio de todo es el Amor y todos los hombres y mujeres saben del Amor, conocen el Amor. Creen en Él. Tienen Fe en Él. Y lo esperan. El orden debiera ser: Amor, Fe, Esperanza.
El Padre-Hijo-EspírtuSanto nos ama, cree en nosotros, tiene Fe en nosotros y espera por, con y en nosotros. Y no se cansa de esperar, ni de amar, porque tiene plena confianza en nosotros. Nos sabe y nos conoce.
Nosotros sí nos cansamos. Y cuando nos cansamos de confiar, perdemos la fe y la esperanza y, habitualmente, tenemos menos fuerza y amamos menos.
Dices que nuestro destino, nuestra salvación, es la colectividad, la fraternidad. Y es así, porque sólo podemos ser en cuanto al otro. No puedes amar – ni aprender a amar - si no tienes a otro a quien amar. Y cada cual ama en función de sus posibilidades y cómo puede. Dios nos ha hecho distintos. Hay a quien le alcanza la fortaleza para llegar a muchas obras con el hermano y a quien no.
Pero no pasa nada, porque el cielo colma a cada cual según su necesidad, porque el cielo no mide obras, porque tampoco mide la fe que uno tuvo o no tuvo, tampoco pasa cuenta de la desconfianza que creó o no creó cada persona. Pero sí se alegra cuando hacemos una obra hacia el hermano, cuando tenemos fe, cuando confiamos...
Desde mi perspectiva, la gran laguna existente en cuanto al hecho religioso y la religión católica es la de que no enseña a amarse a uno mismo. El catolicismo lleva siglos queriendo enseñar a amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. El mandamiento implica que uno debe amarse a si mismo para poder amar.
Decía Pessoa que amar es pensar.
Gracias por tu comentario. También yo desconozco los motivos para el orden de las virtudes teologales pero tenemos claro que de todas ellas la más grande es el amor. Y el amor, ya lo dijo el Apóstol, no se cansa...
EliminarEl Amor no lleva cuenta de las caídas, pero espera de nosotros que nos alcemos una y otra vez. Porque nos ve ya libres y hermosos. Amar es buscar la autonomía del otro, es alentar su desarrollo y lanzarle al mundo con el mejor equipaje posible para que pueda construir su vida en paz y ser feliz haciendo felices a los que le rodeen. Amar es mostrar puertas, señalar caminos, mostrar horizontes.
Cuando yo amo así renuncio a poseer a nadie y lo pongo en las manos de Dios con la esperanza de que llegará a ser aquello que ya es, pero en su versión más amable.
Cuando yo me amo así renuncio a poseer nada o a nadie, incuso a mí mismo y me pongo en manos de Dios con confianza absoluta en él.
Amar es pensar y crear y darle la vuelta al mundo para que sea el hogar de todos aquellos a los que yo lanzo a él amorosamente. Amar es co-crear.
Un abrazo.
¡Me ha encantado! Gracias :)
ResponderEliminarA ti por compartir.
EliminarUn abrazo.
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