05/01/20
Como el avance de las tiendas.
II Domingo después de Navidad Para ver las lecturas pincha aquí
Si 24, 1-2. 8-12
Sal 147, 12-15. 19-20
Ef 1, 3-6. 15-18
Jn 1, 1-18
Según la tradición bíblica la Palabra es la potencia
creadora de Dios. La literatura sapiencial nos trae la imagen de la sabiduría presente
en la creación y como moradora en la tienda de Jacob. La primera reflexión
cristiana ve a Cristo presente ya en el momento de la creación, identificándolo
con esa misma sabiduría. Y la reflexión más tardía retoma la imagen bíblica
tradicional para decir que fue esa potencia creadora la que se hizo carne y
puso también su tienda entre los suyos. Jesús el Cristo es comprendido a la luz
de la antigua imagen de la sabiduría e identificado con la potencia fecunda de
Dios.
Esa potencia se ha hecho uno de nosotros,
compartiendo la totalidad de nuestra naturaleza. Que tan sólo un ser humano sea
capaz de albergar a Dios, demuestra que todos lo somos. Si no fuese así, su
humanidad quedaría escamoteada. Jesús no fue lo que fue solo por ser divino,
sino por permitir que su naturaleza fuese perfectamente humana. Lo definitivo
del ser humano habitado por Dios se puede medir por su capacidad de afrontar el
mundo con la misma sabiduría divina, de verlo no con sus ojos, sino con los
ojos de Dios sin dejar de habitar entre las tiendas de los hombres. Nada humano
le es ajeno y todo lo comprende según Dios. No es este un privilegio exclusivo
de este bebé recién nacido; es vocación para todos y cada uno de los seres
humanos elegidos en Cristo para ser santos por el amor y destinados a ser, por
él, hijos de Dios. Por el amor que nos tenemos unos a otros alcanzamos la
santidad e imitando a Jesús el Cristo, desplazando nuestro interés hacia el
exterior olvidándonos de nosotros mismos, activamos la filiación que anida en
todos nosotros.
Imaginemos ser efesios por un momento. Por nosotros
dice el autor de la epístola que ora constantemente; para que acojamos de Dios
la sabiduría que nos brinda, para que nuestro corazón comprenda la esperanza a
la que nos llama y descubra toda la gracia que en nosotros se derrama. Santidad
es ese estado en el que se percibe esta gracia y se ve el mundo con los ojos de
Dios, con la sabiduría que podemos por fin percibir gracias a la inmediatez de
la encarnación. Ser creativos como la Palabra, como Jesús el Cristo, saber
mirar al mundo con los ojos de Dios, con su mismo amor de Dios y buscar la
felicidad de todos; no conformarnos con el orden existente sino procurar
aquello que es necesario para que cada uno se descubra por fin acogido y amado
como hijo. Orar no es pedir favores ni milagros, sino colocarse en la tesitura
de comprender la situación, analizar el mundo sabiamente y actuar llevados por
el amor. Son tres momentos en uno que
actúan inseparablemente
Somos como el avance de las tiendas. La misma lona
que proporciona sombra y refugio se proyecta en nosotros para ofrecer ya algo
de esa sombra, para adelantar el descanso al caminante. La Palabra puso su
tienda y nosotros somos el filo del arado que abre el surco. Somos carne igual
a la carne que ansía oír la buena noticia e igual a la carne asumida por la
Palabra. Somos humanidad idéntica a la humanidad que vive ya para siempre
en el seno de la trinidad e idéntica a
la que espera la luz que la saque de las tinieblas. Los lazos de sangre se han
anulado para rendirse ante el único lazo posible: la humanidad que nos une a
todos en y con Dios.
Eugène A. Girardet (1853-1907). Bedouins dans le désert |
" Insinuante casi siempre,
ResponderEliminaren tu sonrisa te derramas
Tu clamor siempre nos arraiga
Aunque no veamos,
siempre estás
Nuestros pasos lo dilatan..."
Nuestros pasos lo dilatan...
EliminarGracias.