10/05/2020
Cimiento práctico.
Domingo V
Pascua Si quieres ver las lecturas pincha aquí
Hch 6, 1-7
Sal 32, 1-2.
4-5. 18-19
1 Pedro 2,
4-9
Jn 14, 1-12
Comenzamos hoy hablando de organización y de
reparto de tareas, de estructura al fin y al cabo. Pero no se trata de exclusividades,
sino de complementariedad. Donde no llegues tú podré hacerlo yo. Nos
necesitamos unos a otros. Y hablamos también de valentía y talento práctico: de
saber afrontar los problemas y darles una solución; de no dejar que los fallos
se enquisten y lleguen a producir herida. Solucionar se puede equiparar aquí a
sanar. También a construir: a edificar sobre la piedra angular que había sido rechazada por otros.
Apoyándonos en ella, nosotros mismos somos piedras vivas, podemos lo que antes
no podíamos y somos verdaderamente complementarios con los demás. Somos
nosotros quienes construimos lo nuevo sobre esos cimientos que son escándalo
para otros. Lo rechazado por el mundo sustenta nuestra obra.
Jesús es el cimiento y el camino. Es la vía para
llegar hasta el Padre. En él obra y palabra se confunden, se corresponden tan íntimamente
que se hacen inseparables. A fin de cuentas, la Palabra de Dios es creadora.
Seguir a Jesús es realizar sus mismas obras. Ese es el camino. La
identificación es tan plena que es impensable cualquier escisión. Sin embargo,
Tomás sólo puede ver a Jesús. Está atrapado en una perspectiva inmediata, que
escucha reverencialmente pero en la que no puede ver más allá de lo que tiene
ante sí. De forma similar, Felipe vive anhelando una manifestación gloriosa;
quiere ver al Padre. Tampoco él lo encuentra en Jesús pero su esperanza se
centra en que de algún modo Jesús pueda mostrárselo. Tomás y Felipe pretender
encontrar a Padre sin reparar en el papel que Jesús dice desempeñar. Él es el
camino y verlo a él es ver al Padre.
La tradición cristiana afirma que Jesús está
presente en nosotros mismos y en todos los hermanos. Para encontrarnos con él hemos
de mirar a nuestro interior y mirar a los demás: si, primero, destelarañamos nuestro
propio ser y le preparamos un lugar en el que pueda cobijarse; si, segundo,
reconocemos en los demás ese mismo lugar y entramos en comunión con él y si,
tercero, creemos que igual que en él el Padre habita en nosotros, obrando en
nosotros. Porque la humanidad perfecta de Jesús podría también ser la nuestra:
templos del Espíritu. La trinidad no es algo externo y ajeno a nosotros.
Vivimos estos días en la encrucijada de poder
reunirnos ya para celebrar sacramentalmente o permanecer cultivando todavía ese
culto familiar con el que hemos vivido la Pascua. Planteémonos si es realmente
tan urgente volver a celebrar ya eucaristías en las parroquias. Este tiempo ha sido y continua siendo una
buena oportunidad para darnos cuenta de esa vivencia interior que pasaba más
desapercibida, pero también para vivir la comunión con tantos hermanos para los
que la eucaristía es algo extraordinario: con aquellos que caminan en zonas
rurales o alejadas, en países de misión o en el nuestro propio. Tal vez sea aun
demasiado pronto, como lo demuestran las medidas de seguridad recomendadas. Necesitamos
valentía y talento práctico y cimentarnos sólidamente para, todavía por unos
días, decirle al Cristo que mora en nosotros: “Muéstranos al Padre y nos basta”
Cimiento práctico |
Su Gracia nos basta
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