sábado, 6 de junio de 2020

FUENTE Y SENTIDO. Stsma. Trinidad.


07/06/2020
Fuente y sentido
Stsma. Trinidad                                          Si quieres ver las lecturas pincha aquí
Ex 34, 4b-6. 8-9
Dn 3, 52-56
2 Cor 13, 11-13
Jn 3, 16-18
Ya dijimos que la liturgia judía recordaba festivamente la entrega de la Ley por Dios a Moisés en la solemne fiesta de Shavuot que para nosotros pasó a llamarse Pentecostés. La única Ley que el cristiano acepta desde entonces es la inspiración del Espíritu. El Padre y el Hijo se aman mutuamente y el amor sale de uno para ser acogido por el otro y devuelto a su punto de origen. Pero no vuelve nunca tal como partió pues junto a la entrega sincera del donante lleva con él la acogida real de quien tras recibirlo y reconocerse amado vuelve a ofrecerlo como si fuese un don propio. El amor entre Padre e Hijo es  el Espíritu, la corriente, el hálito que lo llena todo eternamente.
Esa es nuestra nueva ley. A imagen de Dios, darnos al otro y recibirnos en el otro porque amar nos hace mejores, nos acerca a Dios. Y acoger el amor del otro nos transforma, nos construye de un modo ajeno a nuestro egoísmo cerrado. Entre ambos, el otro y yo, permanece siempre el amor. Somos seres en devenir, en permanente evolución. Pensarnos ya acabados es una torpeza. El mundo y la humanidad estamos en permanente cambio y el reto para todos es articular ese cambo según el dinamismo divino, no según nuestros propios intereses. La ley del beneficio tan sólo enriquece a un individuo concreto en un tiempo y en un espacio concreto. La ley del amor enriquece a la humanidad en el tiempo y el espacio eternos.
Moisés pronunció el nombre del Señor: El que es, el que es amando eternamente, el que amando es… Dios es amor, nos dirá la Escritura en otro momento. Para Dios amar y ser es lo mismo. Su ser es siempre transformador y creativo; es amor en acción. Y Pablo nos da la receta concreta: Alegrémonos unos a otros, enmendémonos y animémonos. Con un mismo sentir vivamos siempre en paz. Eso nos unirá con todos los santos, con la totalidad del pueblo de Dios y podremos expresarlo sinceramente en la liturgia, más aún podremos darle a la liturgia un sentido real que la convierta en algo vivo, en un beso real, ajeno a un ritual vacío. Resumiendo: Siguiendo a Jesús el Cristo podremos vivir en la comunión en el Espíritu, en el amor divino mismo que nos unirá a todos superando cualquier impulso egoísta. Porque en esto consisten el juicio y la salvación.
Creer en el amor que une a todos los seres y ponerlo por delante de mí mismo es estar ya salvado. Y esto es así, aunque no seas específicamente cristiano ¿Acaso no encontró Jesús grandes creyentes fuera de su pueblo? Creer en el amor no es cuestión de etiquetas. El hombre, creado a imagen de Dios es capaz de darse y de recibirse; no es una isla estanca sino  una realidad abierta. Comparte con todos y con todo la capacidad de aliarse, de comulgarse, uniéndose en una alianza que lo vaya acercando todo al amor original, a la fuente que nos espera siempre como final. Nuestros sentidos nos dicen que Dios lanzó el amor al mundo; en realidad Dios se lanza continuamente a sí mismo y fruto de ese lanzamiento es todo cuanto existe. Todo se sostiene en el ser trinitario de Dios que en permanente diálogo intradivino lo sostiene todo. Nada es extradivino. El tiempo y el espacio, sus curvaturas y singularidades, todo cuanto hubo y todo cuanto habrá y todo cuanto aún desconocemos está sustentado en ese ser trinitario que nos da sentido. 

Trinidad: Fuente y sentido

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