12/07/2020
Acoger y
alumbrar
Domingo XV
T.O. Si quieres ver las lecturas pincha aquí
Is 55, 10-11
Sal 64,
10-14
Rm 8, 18-23
Mt 13, 1-23
Como ocurre con esa parábola que pasó a ser llamada
por muchos la del Padre Bueno, a esta de hoy podríamos cambiarle el nombre y
empezar a llamarla, por ejemplo, parábola de la acogida. Jesús salió de casa y
se puso a hablarles como también el sembrador salió, a sembrar. Se subraya así
el paralelismo entre la palabra y la semilla; entre la predicación y la
siembra. Contrariamente a lo que se dice muchas veces, la semilla no tiene que
morir para empezar a germinar. Más bien podría decirse que, mientras no es
sembrada, la semilla está aletargada como la princesa del cuento. Necesita del
beso de la tierra para despertar y comenzar a dar de sí. Lo que necesita es un
terreno y condiciones propicias para que su desarrollo comience a completarse.
Lo definitivo es la acogida que se le dispensa. Nada florece en la aridez. De
ahí la propuesta del cambio de título.
Todo depende pues del espacio que seamos capaces de
preparar para esa palabra que viene a nosotros desde la Palabra misma. Los
distintos escenarios que Jesús presenta en la parábola se corresponden, como él
ya nos explica, con actitudes que pueden terminar por dar al traste con
cualquier posibilidad de cambio. Ese cambio habrá de ser el operado por la
manifestación de los hijos de Dios que liberen al mundo de la frustración en la
que vive. El mundo, la creación entera, como lugar en el que el ser humano es
plenamente él y se construye en relación con los demás y con Dios mismo, es colaborador
en la obra de Dios. Esta obra es expresión de sí mismo. Dios crea una realidad
distinta de sí a la que poder amar, porque es imposible amar si no hay alguien
a quien dirigir el afecto. El hombre es el exponente de esa relación amorosa,
pero el mundo es la base y ambos están íntimamente relacionados. El uno no
tiene razón de ser sin el otro. La interacción entre ambos es constante en un
proceso en continuo dinamismo. Aunque ya nos creamos los reyes del mambo, la
creación no ha concluido y la evolución sigue su curso. El mundo sigue
esperando que el hombre descubra lo que de verdad es: Hijo de Dios, y se
comporte como tal. En ese momento la creación alumbrará una nueva realidad. Porque
el mundo físico ni es ajeno al plan de Dios ni es un transitorio valle de
lágrimas.
En esa realidad transfigurada quien ya tiene
recibirá más todavía y a quien no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Quien
se abrió a la Palabra y a la novedad del Espíritu podrá reconocer la nueva luz,
quien se ciñó a lo esperado despreciando lo nuevo no sabrá apreciar la actualizada
declaración de amor de Dios. La Palabra acogida y trabajada permite avanzar en
el proceso y transformar lo antiguo en lo nuevo; lo esperado en lo acontecido;
pero quien ni la escuche ni la acoja quedará atrapado en sus propias
circunstancias, obstruyendo también la evolución del mundo y boicoteando la
fecundidad de la Palabra. Quien permanezca bloqueado por el miedo, acartonado
en su costumbre, feliz en su negativa a conocerse y atento sólo a mantenerse a
flote y salvar el pellejo renunciará a la posibilidad de ser palabra en la
Palabra y de colaborar en el alumbramiento de una nueva conciencia que tiende a
colectivizarse para dibujar un nuevo orden capaz de responder a las nuevas
situaciones desde la profundidad real de ser hijo de Dios.
Acoger y alumbrar |
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