viernes, 21 de noviembre de 2025

CORONADOS Y CORONADORES. Jesucristo, rey del Universo

23/11/2025 – Jesucristo, rey del universo

Coronados y coronadores

2 Sam 5, 1-3

Sal 121, 1-2. 4-5

Col 1, 12-20

Lc 23, 35-43

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En la edad antigua se colocaba a los reyes un poco por debajo de los dioses. Era el pueblo, como la comunidad creyente, quien debía acercarse a ellos y ganarse su favor. En los libros de Samuel que cuentan el inicio de la antigua monarquía israelita puede verse que ésta no entraba en los planes de Dios que había designado jueces para que organizasen al pueblo. Pero el pueblo quiere un rey que les juzgue y tutele como a todos los demás pueblos. David, por su parte, aceptó la corona por aclamación popular y pactando con los ancianos, lo cual ya supone una diferencia con esos otros reyes impuestos, pero no es suficiente todavía. Sigue siendo el pueblo quien debe acercarse al rey y hacerse digno de él demostrando que son hueso y carne suya, que son dignos de que les defienda de los enemigos y a cambio consentirá que ejerza su poder sobre ellos. En las palabras del salmista podemos ver que esa idea de dignidad casa bien con el concepto religioso de santidad. Subir a Jerusalén era encaminarse tanto al Templo como al palacio de David. Era la combinación perfecta; propia de la época, no fue una originalidad de Israel.

El rey rechazado, Dios, se hará con el tiempo uno más entre ese pueblo y será finalmente rey, pero a la manera que sólo él puede serlo. En Jesús es Dios quien nos dice: “Hueso tuyo y carne tuya soy”. Ya no hay imposición; es la misma naturaleza humana la que es tocada por la divinidad y promocionada a la realeza. Y esto es así en toda su extensión. El buen ladrón lo vivió en primera persona, pero también lo experimentaron todos aquellos cuya vida se transformó al encontrarse con el rey coronado de espinas. En cambio, el pueblo que pedía un rey no lo reconoció en la ejecución de Jesús; por otro lado, el poder religioso comprobó que el condenado era un falso mesías, incapaz de salvarse a sí mismo, y respiró tranquilo; la misma falsedad que confirmó el malhechor que había caído en la trampa de la violencia mientras moría rabiando; la autoridad política lo selló todo suprimiendo a un sedicioso que pretendía usurparle el poder y se volvió en paz a su mansión. Jesús es rey al estilo divino, es decir, renuncia a sus privilegios y privilegia que todas y todos puedan liberarse del círculo de destrucción en el que se encuentran. Es mesías, ungido, para esta misión y ese es el papel que los y las damnificadas le reconocen. Los demás no se ven más que a sí mismos.

Este mesías está destinado a regir el universo entero, pero no como reconocimiento a esa dignidad que a la comprensión humana tanto le gusta subrayar, sino porque va a liberar a todo el cosmos de sus esclavitudes (tinieblas, las llama el autor de la carta a los colosenses). Toda la creación es testigo de que a este rey no le dolieron prendas a la hora de dejar toda esa majestad para buscar el bien de lo material, de lo despreciado por los espiritualizantes. Reconocerle como salvador es tenerle agradecidamente como polo de atracción, nuestro y de toda la realidad. Caminar hacia él, sin embargo, no es un devenir pasivo, sino transformarse en él; hacer de nuestra vida lugar de refugio y coronación para quienes nos encontramos; ingresar con ellos plenamente, recuperando nuestro puesto, en la realidad que fue creada en él; reconocerle a nuestra materialidad esa dimensión oculta que se nos escapa al considerarla prescindible, pero que le da su sentido verdadero; divinizarse, dicen las tradiciones contemplativas; ser lo que realmente somos: coronados coronadores. 

 

Coronados y coronadores

 

 


 

Para Pablo y Mateo, especialmente. Y para toda la familia, con mucho cariño. Besotes. 

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