24/12/2017
La belleza
Domingo IV Adviento
2 Sm 7, 1-5. 8b-12. 14a. 16
Sal 88, 2-5. 27. 29
Rm 16, 25-27
Lc 1, 26-38
Nada sucede de forma aislada. Todo acontecimiento
se sitúa en relación a otros que, prologándolo le dan sentido y, desde allí, se
orienta hacia un futuro que se percibe todavía entre velos. La prueba
fehaciente del compromiso de Dios que Israel guarda en su corazón es su perenne
compañía en el camino; su permanente nomadeo de un lugar a otro habitando en su
seno. Ahora que este pueblo se ha establecido y que David funda casa, el rey
repara en que también Dios requiere un lugar donde cimentar su morada entre
ellos. Dios renueva en este punto su alianza con todo el pueblo. Es suficiente
que una familia quiera acogerlo, tan solo se necesita un alma dispuesta a abrir
sus puertas para que la humanidad se beneficie de este pacto. Nunca más el
malvado impondrá su ley; entre nosotros ha
germinadoya la semilla de la paz que habrá de extenderse a todos los pueblos. Dios
abandona su lejanía para ser padre que no retira su favor.
Este es el Dios que merece, por Jesús el Cristo, la
gloria por los siglos. Por fin se ha revelado el misterio mantenido en secreto durante
siglos. Afirmaron los profetas que la buena noticia de la venida del mesías
habría de materializarse en el seno de una doncella que acogiese la promesa para ofrecerla al pueblo
en carne viva. La buena noticia para hoy es que la misma esperanza sigue
tomando carne entre nosotros en cada persona decidida a ofrecerla sin reservas a
los demás. Tras aquello que amamos, los humanos descubrimos la belleza en la
apertura al Espíritu que permite a hombres y mujeres hacerse transparentes y no
renunciar a ser protagonistas de la acción de Dios pese a sus propias limitaciones.
Todo su potencial humano se implica en un colocarse a la sombra del Altísimo
que se ha hecho familia nuestra. Ya no queda límite alguno que no pueda ser
superado.
Así, reconocemos que nada hay imposible para Dios y
descubrimos que tampoco lo hay para nosotros si vamos de su mano; si dejamos de
prestar más atención a los imposibles que a la promesa que nos habla al
corazón; si dejamos a un lado los razonamientos que nos han tenido siempre
atados a nuestro terruño; si empezamos a creer en nuestras capacidades y abrimos
la puerta a la esperanza; si aceptamos que nuestra vida no está ya resuelta y
admitimos que Dios, o las circunstancias o los demás, o todos a la vez, pueden
mostrarnos otro camino que ni siquiera habíamos imaginado; si estamos
dispuestos a recorrer senderos nuevos amparados en la promesa de que esa
novedad tendrá por nombre “Dios salva” y estará construida como la comunión de
todas las promesas que se cumplen individualmente.
Es posible, sin embargo, que no todos puedan ponerle
nombre a esta fuerza transformadora pero eso no impide descubrirla como el
motor esencial capaz de transformar tu vida y la del mundo. La belleza es cualidad
de la naturaleza humana que se abre al Espíritu y se deja llevar hasta lo
insospechado, hasta la acogida de la novedad absoluta plenamente vivida en el
seno de la comunidad a pesar de cualquier velo.
Muniba Mazari: Beauteous |
" Queda el alma
ResponderEliminarorientada al agua,
a la tierra,
siempre a la luz
y al murmullo de la herida.
Muestra unas manos,
y me duele,
pues de clavos van,
desprendidas,
esperando sanar.
Un silencio,
en amor las repara
y de ternura,
las concilia..."