25/12/2017
Natividad
Is 52, 7-10
Sal 97, 1-6
Heb 1, 1-6
Jn 1, 1-18
La noche se hace día. Con la llegada de la luz todo
cobra sentido. Comprendemos lo entre visto desde la parcialidad de la caverna y
percibimos el mundo con una claridad nueva. La carne ha sido capaz de acoger a
la Palabra y Dios se ha hecho hombre. La cima de la evolución ha sido agraciada
con un mensaje definitivo. Cuando todo parecía haber alcanzado su máximo nivel,
le ha sido revelado que le faltaba aún un desarrollo tan importante como el ya
conseguido: le era y es preciso aún desarrollarse horizontalmente. La evolución
hizo de nosotros individuos conscientes y sociales, la gracia nos ha
enriquecido con la fraternidad. La encarnación de Dios nos revela que toda
carne humana es capaz de albergar a Dios. Todos somos, en consecuencia,
prójimos los unos de los otros. Nadie nos es ajeno.
Todo ser humano es portal de Belén al que todos los
demás somos convocados para descubrir en él la misma verdad divina que habita
en nosotros. Ya nadie debe ser amado porque así lo exijan las leyes, sino por
su última verdad profunda. Esta es la Gracia y la Verdad. Este es el misterio
de Navidad, con Dios nace una humanidad nueva, consciente de su capacidad de
comportarse divinamente: acoger, cuidar, compartir, construir… la Natividad
transforma en virtuosa la vieja aspiración del hombre de ser como Dios, porque
ya no se aspira a ser un dios lejano y terrible, un ídolo; ahora el hombre
aspira a ser como el Dios que renuncia a sí mismo y se vuelve cuidado y
atención para todos.
No tengáis miedo, porque ya es posible encontrar a
Dios tras cada puerta. Del mismo modo que al abrir la tuya podrás ofrecer la
luz de la Palabra enraizada en tu alma. Más allá de la fecha, celebramos hoy el
recuerdo del momento en que esa Palabra se hizo carne, pero nos será posible
también actualizar ese recuerdo, hacerlo vida en nosotros, y dejarnos proyectar
por él hacia el futuro, anunciarlo a los demás con la verdad de nuestros
hechos. No tengáis miedo, la noche ha venido a ser día y el día ha acogido a la
noche de forma que ambos son ya una misma unidad. En el centro de la noche luce
una luz mayor que cualquier farol. El alma, agotada por el parto e
irremediablemente concernida por ella, mantiene la puerta abierta y la ofrece
al mundo y el día se ofrece a sí mismo atrayendo a esa luz hacia sí para que se sume a todas
las demás y juntas iluminen la nueva realidad: que el portador de la luz es plenamente humano, que Jesús nace para todos, sin
exclusivismo alguno. Por eso se pone a la altura de los últimos para que nadie
tenga dificultad en acercarse a él.
El último paso en nuestra evolución: descubrir que
en la fraterna horizontalidad está la única forma de acercarse a Dios que
habita ya en cada uno de nosotros.
Gary (Julius Garibaldi) Melchers, The Nativity |
"Es pobre,
ResponderEliminardespojado,
es un Camino de Cordura,
tu acercamiento...
Necesidad,
en tus ojos,
de Acogida,
en mi pecho.
Mi Pequeño,
que guía
Enzo..."