21/10/2018
Conocimiento divino, poder humano.
Domingo XXIX T.O.
Is 53, 10-11
Sal 32, 4-5. 18-20. 22
Hb 4, 14-16
Mc 10, 35-45
En la mentalidad del judaísmo bíblico todo ocurre
por voluntad de Dios o bien, él permite que ocurra con vistas a conseguir algún
fin concreto. Éste proceder es parte de su pedagogía. También nosotros podemos
compartir aún hoy este mismo universo y perdernos en busca de razones exigiendo
cuentas a quien no puede rendirlas. La figura del justo, siendo fundamental,
nos resulta desconcertante pues por un lado se sacia de conocimiento y hace
fructificar la voluntad del Señor, pero por otro lado está irremediablemente avocado
a entregar cruentamente su vida. De forma indisoluble sus trabajos traerán la iluminación.
Para los demás consigue la justificación, pero a él le es entregada la luz, el
conocimiento, la perspectiva divina. El conocimiento del mundo tal como Dios
mismo lo conoce. Y cabe preguntarnos por la necesidad y el sentido de ese
sufrimiento.
El Dios de Jesús nos contestará que ni es necesario
ni tiene sentido. El justo es aquél que vive en la justicia de Dios, que
comparte su juicio, su opinión y asume como propias las opciones del mismo Dios.
El sufrimiento le viene de la mano de aquellos que no comparten ese punto de
vista. A esta experiencia Jesús la llama
cáliz y bautismo y es una experiencia que dura toda su vida porque gran parte
de sus días se los pasó enfrentado a las más dispares comprensiones de la
voluntad de Dios, incluso entre sus seguidores más cercanos. A partir del momento
en el que el descubrimiento de Dios-Amor enraizó definitivamente en su corazón
Jesús no puede dejar de presentir su final como algo sobrevenido, con-viniente
a su mensaje de liberación. Y tal vez aún le quedase algo de aquella antigua
convicción que veía a Dios como dispensador de premios en la medida del propio
sacrificio. En este ecosistema cobra pleno sentido la esperanza expresada por
el salmista. La lealtad y la fidelidad son los lazos que bidireccionalmente unen
al Señor y a los creyentes, a sus fieles.
Estos fieles saben que nada hay en el mundo más
opuesto al amor de Dios que la concepción política dominante. La organización
de la polis, de la sociedad o de cualquier institución humana se basa en el
poder. En el mejor de los casos, en una autoridad fundada democráticamente,
pero alimentada según criterios de prestigio y efectividad. La efectividad será
buena o no según lo sean los objetivos y el prestigio se alimenta con la separación,
la sacralización de ciertos principios e individuos. Para Jesús, en cambio, el
poder y la responsabilidad están construidos a partir del servicio, de la
escucha atenta de Dios en los más pequeños, en los últimos. Es en su bienestar donde
reside el conocimiento que Dios tiene del mundo y quiere compartir con todos. La
vida entera de quien se resuelve a seguir este juicio es sacerdocio porque es ofrenda
de sí mismo en beneficio de los demás. La dimensión preeminente de Jesús en su
propia entrega se debe a que siendo tan humano como nosotros, lo hizo de forma perfecta,
sin reservarse nada para él, según su naturaleza divina. Conoce perfectamente
nuestra capacidad y nuestra limitación y ha añadido al juicio divino el juicio
del ser humano perfecto, tal como es en su fuero interno incontaminado,
escondido, en ocasiones, incluso para él mismo pero visible y accesible para la
divinidad que habita en todo hombre y mujer.
Conocimiento divino, poder humano. |
Gracias Javier
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