sábado, 13 de mayo de 2023

OBRAS SON AMORES. Domingo VI Pascua

 14/05/2023

Obras son amores.

Domingo VI Pascua.

Hech 8, 5-8. 14-17

Sal 65, 1-3a. 4-7a. 16. 20

1 P 3, 1. 15-18

Jn 14, 15-21

Si quieres ver las lecturas, pincha aquí.

El diácono Felipe llega hasta Samaría y allí se dedica a predicar. Ya para aquella época parece ser cierta la afirmación de que “obras son amores” y Felipe acompaña sus razones de signos que consiguen captar la atención del público. Desde el principio, pues, la predicación de la Iglesia estuvo asociada a la liberación real de las personas a las que se acercaba. Así era como la propia tradición judía entendía que debía ser y así es como lo había recogido el salmista siglos antes: “venid a escuchar (…) lo que ha hecho conmigo”. Así es como nuestra propia pastoral debería organizarse también, y así es como lo hace muchas veces, pero no siempre. No es extraño que nos traicionen las prisas por conseguir resultados y se nos pierda por el camino esa liberación real. Aquellos samaritanos de hace 2000 años creyeron porque de la mano de Felipe experimentaron en sí mismos el alivio que Jesús podía proporcionarles y que, de alguna manera se concretaba en la vida comunitaria. Por eso se bautizaron y por eso recibieron después con alegría el Espíritu que les llegó de manos de los apóstoles.

A éstos, según nos cuenta Juan, este Espíritu les fue entregado por mediación del propio Jesús, quien lo pidió al Padre para todos aquellos que lo amen. Nuevamente aquí “obras son amores” y amar a Jesús no puede ser una afirmación vacía. Es la adhesión a su persona, manifiestamente documentada en la asunción de su causa; de su obrar; de su predilección por los últimos. Amar a Jesús es estar, vivir, ser con los que él amaba; con aquellos con los que compartió mesa y mantel. Jesús está con el Padre de forma real, vital. Como sabemos, el Padre y él son uno y como el mismo Jesús dijo en otra ocasión, “ningún reino dividido puede subsistir”. Jesús está con el Padre amando a los que el Padre ama y renunciando a todo aquello que no le deje amar así. Nosotros estamos en Jesús al amar como él ama, no ya como amó, sino como ama pues él es el viviente que está en nosotros mediante la presencia de otro paráclito, del defensor definitivo. Él nos mueve a hacer cosas y también nos convierte en testigos. Nuestra clave de interpretación de la realidad es la resonancia que percibimos al contemplar un acto genuino de amor. El Espíritu que nos habita se conmueve al reconocerse en ese acto. Nuestro ser capta esa conmoción e identificamos como Espíritu, como amor de Dios, el gesto que para otros pasa inadvertido o se hace incomprensible.

Con esta certeza podemos, como nos pide Pedro, dar de nuestra esperanza una razón fundada. El mundo no es el desastre irreparable que nos muestran. Tiene remedio si somos capaces de apoyarnos en nuestra buena conciencia, en nuestras obras liberadoras, en el bien que percibimos, recibimos y distribuimos. No es necesario el recurso al adoctrinamiento y la amenaza. Llega el tiempo en el que a Jesús le toca irse, pero ha prometido volver y eso sólo es posible si nosotros lo hacemos real aquí, en este desastre remendable. Para ello debemos, como él, inutilizar el mal; ridiculizándolo; haciéndolo inservible. No hay más proceso de iniciación que mostrarle al ser humano concreto la disposición de Jesús a liberarle y hacer de la comunidad, imagen real de ese mismo Jesús que le acoge. Allí se cuenta con él para hacer de este mundo la casa común de todos; se le acepta y se le valora por lo que es. Allí se vive a partir de las obras y signos de Jesús, no de razones o palabras.


Obras son amores


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