25/12/2023
Ser regalo para todos.
Navidad.
Is 52, 7-10
Sal 97, 1-6
Hb 1, 1-6
Jn 1, 1-18
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Existe un
punto de inflexión al que solo Dios es capaz de llegar. En ocasiones, en
nuestros mejores sueños habíamos imaginado que llegaba hasta nosotros y se
quedaba aquí. Pero en este deseo llegaba revestido siempre de gloria y
oropeles. Los dioses que llegaban hasta nosotros lo hacían siempre imbuidos de
poderío; rodeados de ejércitos y dotados de poderes sobrehumanos que subrayaban
la afirmación del “Ya estoy aquí”. Todas las tradiciones presentan relatos en
los que Dios desciende en diferentes formas y maneras. La nuestra señala que lo
hace haciéndose uno más entre nosotros desde el momento inicial. Es decir,
apareciendo, como cualquiera, completamente indefenso y teniendo que aprenderlo
todo. Tal barbaridad solo podía ocurrírsele a él. Es tan absurda que tiene que
ser real.
Las
lecturas de hoy muestran una línea evolutiva a la hora de concebir la presencia
de Dios entre su pueblo. Isaías y el salmista cantan su fidelidad y sostén en
las peores situaciones; gracias a él la victoria ha sido posible. Juan después
de cantar los prodigios de la creación llevados a cabo por el Verbo y, a la
vez, el alejamiento de esta creación respecto a su origen, hace especial
hincapié en que ese miso Verbo se hizo carne. El autor de hebreos narra que
nuevamente, tras ser carne, volvió a las alturas. Ese es el esquema básico de
la encarnación, de la asunción de la debilidad.
Aunque todos imaginásemos un Dios llegando en medio de la espectacularidad de la victoria sobre los enemigos, en realidad lo hace en silencio y de forma callada. Así lo hizo hace un par de milenios dando comienzo a una historia inusitada. Lo inenarrable e inaudito que el mismo Isaías profetizó y la comunidad cristiana entendió referido a Jesús, comenzó en ese momento. Es más, fue posibilitado por ese momento. Del mismo modo, lo inaudito y nuevo en nuestras vidas surgirá si aceptamos que ese mismo Verbo nazca en nosotros; si permitimos que realice cambios en nuestro disco duro. Modificar los esquemas, el programa, con los que funcionamos es, en primer lugar, hacerse consciente de que la posibilidad de cambio real habita en nosotros; la nueva humanidad no llegará impuesta desde fuera. En segundo, tomar la decisión de ir yendo, de ponerse en camino hacia aquello y aquel que esperamos; hay que salir y practicar amorosamente la justicia, sanar y consolar. El tercer paso es darse cuenta de que con esta actitud nos colocamos en favor de unos y nos hacemos denuncia para otros; ese es el resultado de tener claro a quién espero. Finalmente, tendremos que estar abiertos a transformarnos en fuerza de Dios, porque en todo esto vamos llamando a otros y otras a la misma maternidad que ha hecho de nosotros una realidad nueva, en camino y autoconsciente de sus opciones y su posición. Es así como podremos darle la vuelta al mundo y transformar cualquier pesebre en una cuna. Jesús, que según la tradición cristiana, nació tal día como hoy hace ya unos años y que, en cualquier caso, llama cada día a nuestra puerta para nacer en nosotros nos resumió todo esto diciendo que nos amásemos como él nos había amado; que nos hiciéramos uno con los demás, que dejásemos nuestra zona de confort y nos encarnásemos en realidades concretas para construir desde abajo con quienes allí habitan. Que nos hiciéramos uno con otros muchos; que fuésemos regalo para todos.
Ser regalo para todos |
Feliz Navidad!
ResponderEliminarFeliz Año Nuevo.
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