sábado, 8 de abril de 2023

DOS LLAMADAS. Sábado Santo

 08/04/2023

Dos llamadas

Sábado Santo

Hb 4, 1-13   Si quieres leer el texto pincha aquí

Descenso del Señor a los infiernos   Si quieres leer el texto pincha aquí

Como sabemos, la liturgia no propone hoy más celebración que el rezo de las horas. En el oficio de lecturas se encuentran estos dos textos que iluminan nuestro día. Todos hemos experimentado la ausencia de uno, o de varios, seres queridos. Toda despedida supone para nosotros un desgarro. Por un lado, permanece la esperanza en que no ha de ser definitiva, por el otro, se alzan el dolor y la tristeza que surgen de la separación. Si renunciamos a adelantar tramposamente la alegría pascual para vivir la experiencia de vacío de este día podremos conocer el sufrimiento de quienes viven desesperanzados, sin confianza alguna o sin saber cómo expresarla. Esto nos colocará más cerca de esa porción de humanidad que no hace sitio para Dios en su vida. Este mismo abatimiento fue el que se cernía sobre los amigos de Jesús en estas horas. Años más tarde alguien escribiría los textos que hoy se nos proponen y todos los demás textos que nos van acompañando a lo largo del año, pero hoy no había diferencia entre ellos y los demás.

Creer es una decisión personal, viene a decirnos el fragmento de la carta a los hebreos. Hay quien elige creer y quien no. Creer es penetrar en un modo nuevo de existir; es el descanso que Dios otorga a quienes le siguen. Y para el autor de la carta quedarse fuera de ese descanso era algo temible. Para el autor de la homilía del Sábado Santo,  Adán, figura de la humanidad, duerme; es decir: permanece a la espera de ser despertado. Pero esa permanencia no le proporciona descanso, pues Adán habita lejos de Dios, en el abismo. Jesús, ha entrado  voluntariamente en su propio sueño, en su propia muerte, y esa decisión le permite no mostrarse inactivo. Desciende en persona hasta ese abismo para traer consigo a todos los que allí están. La humanidad y Dios forman “una sola e indivisible persona”.

Dos podríamos decir que son hoy las llamadas que en el vacío del día resuenan: en primer lugar, acercarnos a los desesperanzados; comprender su sufrimiento y, en la medida de lo posible, compartirlo ofreciéndoles nuestra propia esperanza como apoyo. Será necesario para ello, entre otras cosas, revisar el lenguaje y no partir de nuestra verdad, sino de su realidad. En segundo lugar, una llamada a despertar. Pese a toda nuestra fe también nosotros permanecemos dormidos en alguna medida. Dormir es entregarse a la inactividad, a un reposo que no sana sino que hunde en el precipicio. Pero dormir también es tener la posibilidad de despertar y de ponerse en camino. Despertar es dejar atrás imágenes de Dios y de mí mismo que atan e inmovilizan; es desechar ídolos y abrir los ojos para reconocer nuestra verdadera naturaleza en comunión con los demás y con Dios mismo; es comprender que Dios se ha hecho ser humano para poder acceder a todos nosotros en un lenguaje comprensible; es aceptar la invitación para ser portadores y constructores de esa misma encarnación. La espera de hoy frente al sepulcro no puede ser pasiva. Es momento de recordar a Jesús como a cualquier otro difunto; de agradecer su paso por nuestra vida; de valorar todo aquello que nos ha aportado; de discernir cuál será la mejor manera de retomar todo lo que con él hacíamos; de desvelarnos a nosotros mismos que las realidades que él quería transformar siguen estando cercanas; que lo que con él empezamos no puede caer en el olvido… Sólo esto hubiese sido ya para los amigos y amigas de Jesús motivo para ponerse en marcha y hacerle resucitar en su pueblo, pero además, en su caso, finalmente, terminó por reventar la primavera…


Dos llamadas


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