sábado, 29 de abril de 2023

HACIA EL INFINITO. Domingo IV Pascua

30/04/2023

Hacia el infinito.

Domingo IV Pascua.

Hech 2, 14a. 36-41

Sal 22, 1-5

1 P 2, 20-25

Jn 10, 1-10

Si quieres ver las lecturas pincha aquí

Vivimos inmersos en un gran barullo que nos aísla. Existen multitud de voces ensordecedoras que nos van llevando de un sitio a otro: compra…, no soportes eso…, preocúpate de ti…, compra…, por la patria…, lo necesitas…, yo te lo apaño…, compra…, vótame…, aguanta…., esto es así…, compra…, mejor ellos que tú…, gánate la salvación…, para ser feliz…, compra… Cuando nada parece tener sentido, surge en medio del caos una certeza que nos hace recordar: “a quien vosotros crucificasteis…” Este follón en el que vivo no tiene sentido; sin embargo, veo ahora que aquél a quien no escuché aportaba claridad a este desbarajuste. Es más, fue esa claridad la que resultó ofensiva a todas estas voces y por eso fue llevado al leño. Sin embargo, él no cometió pecado alguno, no engañó, no insultó, no amenazó, no se dejó llevar por ninguna corriente.

Pedro aparece hoy como portavoz que nos invita a reconsiderar la historia de Jesús y nos invita a la conversión, a abandonar “esta generación perversa” que sólo promete goces a cambio del sacrificio de los demás. En algunos idiomas orientales el presente y el pasado se expresan como si estuviesen delante del hablante, como aquello que ya es conocido y no se deja caer en el olvido mientras que el futuro permanece oculto, a su espalda. Pedro nos invita a la conversión que, etimológicamente, es la acción de girar, de darse la vuelta junto con algo o alguien. Jesús abandonó todo lo que en su presente contradecía al Espíritu que clamaba en su ser y haciendo vida la tradición liberadora del Padre se giró para abrazar un futuro completamente nuevo. Esta generación, como la de Jesús, es perversa porque convierte el pasado en futuro; porque se empeña en vivir como si Jesús y tantos otros no hubiesen vivido, como si Dios no hubiese hablado nunca, como si todo dependiese de ella y fuese ella la que, pese a sus fracasos, tuviese que organizarlo todo.

Sin embargo, Jesús recoge la herencia que nos expresa hoy el salmista y nos invita a hacerla vida como él la hizo: “El Señor es mi pastor”. Él mismo se coloca en la puerta del aprisco y nos va llamando una a una por nuestro nombre. Él mismo se hace puerta porque nos muestra el espacio por donde salir. En medio de este caos, él aporta sentido. Actuando como actúan todos, respondiendo como responden todos, viviendo como viven todos, no conseguimos más que lo que ya conocemos; nos hacemos colaboradores de un orden injusto; convertimos nuestro abrazo en eslabón y nos sumamos al engranaje que ciegamente va izando un peso cada vez más insoportable. En ocasiones es necesario que todo se fracture para hacernos caer en la cuenta de este absurdo, pero Jesús nos invita a no llegar hasta ese límite. Él, por el contrario nos quiere vivos. Nos ha traído vida, y vida abundante. Nuestra vida no es eterna, pero es infinita. Empezó en su momento (cualquiera que fuese ese momento) y comenzó entonces un periplo que no se detendrá jamás. Llegará otro momento en que pasemos a experimentarla de modo diferente; una pascua personal que nos desvelará muchas cosas… pero en este marco que nos es ahora conocido, estamos llamados ya a la plenitud. A saborear la felicidad y el sentido de nuestra propia vida colaborando en que todos lo encuentren también. Nos llama a todas y personalmente, pero a todas juntas.  


Monumento al infinito. César Manrique (1985) La Palma


3 comentarios:

  1. Muchisimas gracias Javier por hacernos entender como Jesus nos salva haciendonos autenticos herhhher

    ResponderEliminar
  2. Quise decir hermanos.un abrazo

    ResponderEliminar