martes, 24 de diciembre de 2024

NAVIDAD

25/12/2024

Navidad

Is 52, 7-10

Sal 97, 1-6

Hb 1, 1-6

Jn 1, 1-18

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Nos habla Isaías de la belleza de los pies del mensajero. Incluso sus pies, esa parte que suele dejarse para el final, son bellos. Traen el mensaje de la llegada definitiva de la paz y la justicia; nos transmiten la buena noticia que las ruinas de Jerusalén cantan y todas las naciones han presenciado. Esos pies son bellos porque nos alcanzan la bendición definitiva que fructifica en un nuevo ecosistema en el que todo el pueblo vive. El salmista lo confirma punto por punto. Esta vez, al ir de la mano de la justicia, la paz estalló de veras. La una sin la otra es una aberración.

Siglos más tarde el autor de la carta a los Hebreos y el anciano Juan profundizarán en la identidad de este mensajero definitivo de bellos pies. El primero dirá que es el Hijo mismo de Dios. Es heredero, pero jugó también un importante papel en la creación de todo. Es distinto de Dios, pero superior a cualquier otra criatura y, sin embargo, ha sido introducido en el mundo; no permanece ajeno a él. Esa paz y justicia que llegan las trae personalmente. Juan nos dirá que su nombre y su ser son Verbo. Es la Palabra de Dios que en su decirse lo origina todo. Que dice y hace a un tiempo. De ella es testigo el bautista, que anuncia a la luz que llega. Luz que reside en el mundo pero a la que el mundo no reconoce, excepto los que creyendo en ella se hacen hijos de Dios. La Palabra, la luz, se ha hecho carne y en su debilidad es reconocida como la gran novedad. De ella dice el bautista que es la esperada. Así, esta Palabra resulta ser el Dios unigénito que da a conocer al Dios Padre creador.

La debilidad de la carne no indica imperfección sino que desvela el hecho de que está en permanente construcción. No es una realidad inacabada, ni le es inherente la corrupción sino que en ese proceso de permanente evolución está abierta a todas las posibilidades. Su carne es como la nuestra. La nuestra es tal cual la suya, pero necesita asentarse en una cimentación sólida. La historia humana de Dios nos brinda ese sustento. Él nace en la absoluta vulnerabilidad para estar cercano a todos y que nadie quede fuera. Desde el primer instante se hace uno con los que padecen, con los sencillos, con los que saben vaciarse y acoger. En su decirse nos hace un hueco; nos propone un destino y, en él, un sentido: “Ve y haz tú lo mismo”, dirá cuando años después le pregunten. Es decir: nace, plántate, colócate, ve allí donde seas necesario, olvidándote de tus privilegios; actúa desde esa fragilidad, creciendo a la par con los demás; revitaliza sus ánimos y esfuerzos; ilusiónales, que no pierdan la esperanza; edifica de nuevo, no te contentes con reconstruir; transforma lo que no os deje avanzar, no destruyas y, finalmente, dignifica, da por buenos, sus esfuerzos y sus victorias. La escena del nacimiento no es un relato acabado, sino la exposición de las bases de lo que está por venir. Quien siéndolo todo se presenta como el último es estrella que señala la nueva ruta. La sencillez que asume no aplaca su potencial divino sino que lo expresa de modo humano; lo hace perceptible y alcanzable. Jesús es la humanidad actuando y relacionándose como Dios mismo lo hace. Navidad es nacer para otros; es hacer presente a un Dios descalzo allí donde parece no hallarse; acompañar y sostener con nuestra propia fragilidad fortalecida; hacer del desastre un lugar de encuentro y rimar en asonante más allá de fechas y citas que encapsulan e imponen la felicidad de espaldas a la justicia y la paz.

 

Navidad 2024

  


MUY FELIZ NAVIDAD PARA TODOS. 


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