21/04/2019
Camino, Verdad y Vida
Domingo de Resurrección
Hch 10, 34a. 37-43
Sal 117, 1-2. 16ab-17. 22-23
Col 3, 1-4
Secuencia
Jn 20, 1-9
Cualquier muerte está abocada a quedarse en nada.
Estamos convocados a la Vida (así, con mayúscula). Esa es la Vida que puede
superar cualquier dolor y ahogar cualquier sufrimiento, que se manifiesta
plenamente en la única Verdad (con mayúscula, también). Por esta había
preguntado Pilato, pero Jesús guardó silencio entonces. Ahora, sin embargo, es
la creación entera la que canta para recibirla y da testimonio de ella pues es
el único Camino para encontrarla. Vida, Verdad y Camino componen la Trinidad
sinfónica, audible y palpable. La Vida es Dios en su continuo derramarse, la
Verdad es el Espíritu que moviliza, revela y contagia, que ha surgido del amor
entre el Padre y el Hijo y lo empuja todo hacia delante y el Camino es Jesús el
Cristo que se ha hecho sendero en el que se encuentran el Hombre y Dios. Jesús
había manifestado a sus discípulos que él era el camino, la verdad y la vida.
Una porción de Dios sigue siendo Dios en plenitud. Por su encarnación, Dios no
perdió divinidad. La Trinidad nos es necesaria para comprender el modo de ser
de Dios, pero tal vez seamos demasiado rígidos al comprenderla como tres formas
de obrar que se reparten la faena. En cada una de esas formas de obrar están
presentes las otras dos, sin ellas no podría la tercera hacer nada. Son
indisolubles, su danza es inseparable.
Por eso pudo Jesús hablar de sí mismo en esos
términos. Por eso pudo Pablo decir que nuestra vida está con Cristo escondida en
Dios. Porque hemos muerto, hemos renunciado a una vida centrada en nosotros
mismos y nos abrimos a la Vida que se entrega en la Verdad para ser Camino
universal. A imagen de Jesús, ese camino pasa por ser salvadores (así, con
minúscula, pero con todas las letras). Estamos demasiado empeñados en que Jesús
tiene que morir cada año para salvarnos otra vez. Eso ya ocurrió una vez para
siempre y nuestra tradición judeocristiana venera la historia como lugar de
encuentro. Celebramos el pasado, lo hacemos real en el presente y nos empeñamos
en extenderlo hasta el futuro. Cada día podemos encontrarnos nuevamente con
Jesús, podemos sentir el aliento del Espíritu y vivirnos sostenidos en el Hijo
que va recapitulando el mundo para presentarlo al Padre. Por Cristo, con él y
en él. Nosotros estamos llamados a colaborar para acercar a todos esa
recapitulación y a reconocerla presente también en otras experiencias y
tradiciones, pues el Espíritu sopla donde quiere y el bien del hombre nunca
puede ser ajeno al corazón de Dios, aunque cambien los nombres y las palabras. Esa
es la Verdad universal. En ella se revela la Vida haciendo fructificar el
Camino si el hombre está dispuesto al encuentro.
Que la muerte sea ya un enemigo derrotado no impide
que todavía tenga influencia sobre muchos para hacer de ellos sus aliados
anónimos. Por eso, en esta mañana de Pascua se nos envía a celebrar nuestra
propia liberación liberando a los demás. Se nos pide correr las piedras que la
indiferencia o la rigurosidad de unos pocos han ido colocando sobre las vidas
de muchos. Se nos llama para salir al camino y comprobar que el muerto vive,
que puede comer, beber y andar de nuevo, para volver a colocarle en Camino hacia
la cabeza (re-capitular) del único cuerpo, que se orienta y vivifica por y en
la Vida y que se guía por la Verdad.
Camino, Verdad y Vida. |
Para la comunidad de la Pasua del Chalet "El Cierzo",
que camina forjando una bella porción del odnum.
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